sábado, 29 de septiembre de 2007

I'm still falling


Palabras mágicas que te salieron de la boca.
Que? Que dijiste?
Te arrepentiste.
Silencio, ignorancia, una mirada perdida hacia la nada. Hacia esa nada que me haces sentir cada vez que te acercas. Como si lo hicieras a propósito: mirarme con desprecio, mirarme con ese precio que me hiciste pagar.
Estoy pagando, haciendo pero a la vez des-haciendo.
Si, ya sé que me equivoque, pero tengo mis razones, nada más que vos no las escuchas o te hacés el sordomudo. Querés el mundo en tu ombligo, pero mi mundo está por en cima del tuyo.
Esa etapa ya la viví, tiempos de frialdad, hacía por demás, actuaba sin pensar. Y estoy tratando de remediarlo. Pero me hacés equivocar como lo hiciste en aquella época.
Ya no quiero mas esto, me tenes atada a fantasmas que para mí ya quedaron más que olvidados. Me estás haciendo volver a esos sueños que no pude concretar, pero que no quiero volver a pisar.
No me obligues otra vez a hacer las cosas mal.
Porque todo lo que hacés, decís o tocas, me lastima. Y tu impotencia me condena.
Que silencio tan absurdo, tan lleno de ignorancia y mentiras. Tan lleno de egoísmo y de palabras no dichas pero casi articuladas
“Lidiar con vos todos los días es un fastidio”.
Como que no me escuchaste, no me entendiste.
Te lo repetí.
Me miraste con cara de nada, mejor dicho, con cara de derrotado?
Vos ganabas las batallas, pero todavía la guerra no terminó.
Suspiros, miradas, espera.
“Tu ignorancia no me afecta, tus malos modos no me molestan, tu intolerancia no me desespera y a tu egocentrismo lo tolero”.
Cada vez entiendo menos, se me nubla la vista.
Estaba ahí sentada perdiendo el tiempo frente a un hombre que nunca valió la pena, frente a un hombre que me vendió una historia que estaba mal escrita, frente a un hombre con todas las letras, pero que siempre estuvieron huecas.
Mis ojos se dieron por vencidos, todo mi odio contenido se empezó a rebalsar por unas pequeñas lágrimas que seguían hasta mi cuello.
“Yo no te tolero, no te quiero, no te espero, no me ruegues, no me implores, no me digas que hacer, no me controles, no seas lo que no quieras ser pero que sos cuando no tenes poder”.
Te confundí. Siempre lo supe, siempre tuve la razón.
Te equivocaste conmigo.
Pero fui mala al decirlo, tal vez no fue la manera o la forma, te tendría que haber pagado con la misma moneda.
Me miraste, me tocaste, me dijiste:
“Todo lo que hice fue por algo, todo lo que dije fue porque lo sentía, pero todas mis palabras usadas ya existían, todo lo que vivimos ya pasó, ya existió, toda esta historia ya se dió, así que no me digas nada, sos la autora de algo verdadero, de algo puro, de una realidad de la cual formaste parte y de la cual nosotros dos mismos la fuimos deformando y de la cual nos fuimos desacostumbrando”.
Mis ojos secos de tanta verdad inocente, largaron una mirada hacia los suyos.
Y lo único que pude emitir fue un claro y bajo: “te quiero".

No hay comentarios: